ORÍGEN TERAPÉUTICO DEL LSD
Las investigaciones previamente citadas por Foucault y por Jung en cuanto a la similitud entre la locura y los estados inducidos por el hachís y la mescalina respectivamente, fueron tomando forma tras la puesta en escena del LSD en los años 50 en lo que los psiquiatras de aquel entonces denominaron modelo psicotomimético. Desde este enfoque se generaron hipótesis como que las psicosis endógenas tales como la esquizofrenia no serían en su origen desórdenes mentales, sino manifestaciones de una autointoxicación del organismo y el cerebro causada por un cambio patológico en la química del cuerpo. Bajo este enfoque la LSD y sustancias similares eran denominadas alucinógenos, psicotomiméticos (compuestos que estimulan la psicosis) o psicodislépticos (drogas que perturban la psique) (Grof, 2005). Esta situación se mantuvo hasta que en el año 1957 el psiquiatra Humphrey Osmond en intercambio de estimulante correspondencia con el escritor Aldous Huxley acuñó el término psiquedélicos (drogas que hacen manifestar la mente o que abren la mente) (Ramayya, 2005). Hasta ese momento la mayor parte de las investigaciones se centraban en la descripción fenomenológica precisa de la experiencia con LSD y comparaciones entre los estados psicodélicos y la esquizofrenia; estos estudios eran complementados por investigaciones que exploraban paralelismos entre estas dos condiciones reflejadas en mediciones clínicas, test psicológicos, datos electrofisiológicos y resultados bioquímicos. Este modelo no tardó mucho en ser reevaluado por considerarse reduccionista y simplificado en exceso, fue criticado repetidamente por investigadores clínicos y bioquímicos con orientación psicoanalítica y fenomenológica; al fin, debido a que se hicieron cada vez más explícitas las diferencias entre el estado que producía la LSD y la condición esquizofrénica, el modelo fue descartado (Grof, 2005).
SETTING
Los psiquiatras y otras personas que leyeron informes que se habían publicado sobre los primeros éxitos terapéuticos con LSD e intentaron utilizarla como una bala mágica sin prestar atención al set, al setting o a su propia experiencia no lograron obtener los resultados deseados.
TIPOS
Si bien han existido todos estos tipos de psicoterapia con LSD, cada uno diferente en cuanto a dosificación de la sustancia utilizada, frecuencia y número total de sesiones con la sustancia, la intensidad y el tipo de trabajo psicoterapéutico y diversas organizaciones de set y setting, los que han obtenido mejores resultados han sido básicamente dos modelos, a saber: el psicolítico y el psiquedélico.
Psicolítico
Las dosis usadas oscilan en un rango entre bajas y medias y el número de sesiones entre 15 y 100 con una media aproximada de 40, esto varía según la naturaleza del problema clínico y los objetivos terapéuticos. El setting de la sesión se desarrolla en una habitación oscura, tranquila y decorada de forma hogareña; el paciente suele estar solo, con posibilidad de llamar al terapeuta o la enfermera en caso de necesitarlos, hasta las horas cercanas a la culminación de la experiencia, momento en el cual el terapeuta acompaña dando apoyo e indicaciones cuando sea necesario, en ocasiones en estas últimas horas se permite el encuentro y conversación con acompañantes, otros pacientes o el personal de la plantilla (Grof, 2005).
La terapia psico lítica está contraindicada en personas que manifiestan cualquier tipo de psicosis, delirios, depresión endógena severa, y en personas con exacerbación aguda de estrés severo con crisis; del mismo modo, podría ser contraproducente en personas con inestabilidad yoica pronunciada y con trastornos por dependencia (Passie, 2012, citado por Tartakowsky, 2014).
Psiquedélico
Este modelo psicoterapéutico surge en el hospital mental de Saskatchewan, Canadá, mientras los psiquiatras Humphry Osmond y Abraham Hoffer desarrollaban un programa de rehabilitación para alcohólicos: teniendo como precedente que al experimentar un delirium tremens los alcohólicos lograban una notable mejoría, pensaron que si inducían a través de una dosis alta de LSD una experiencia de este tipo a los pacientes (acompañada de posteriores verbalizaciones orientadas a promover la idea de que eso es lo que les ocurriría si continuaban abusando de la bebida) esta les permitiría experimentar un “shock” o, en otras palabras, “tocar fondo”, en un contexto seguro y lograrían cambios positivos; sin embargo, los resultados fueron sorprendentemente diferentes pues las experiencias propiciadas no tuvieron la naturaleza aterradora esperada, en su lugar varios de los sujetos del experimento reportaron experiencias profundamente positivas que les llevaron a reevaluar sus valores vitales, el sentido de sus vidas y su relación con la bebida (Grof, 2005; Ramayya, 2005; Tartakowsky, 2014).
Para llegar a este tipo de experiencias es necesario tener un periodo de preparación previa, libre de drogas, orientado a facilitar una experiencia cumbre; en este periodo se explora la vida de los pacientes, se les ayuda a comprender sus síntomas y se centra en factores de la personalidad que podrían representar obstáculos para alcanzar la experiencia cumbre; hay un énfasis, explícito e implícito, por parte del terapeuta en el crecimiento potencial de los pacientes y en el desarrollo de los recursos positivos de sus personalidades; teniendo en cuenta que existe un fuerte componente filosófico y espiritual importante en este tipo de experiencias se suelen explorar estas áreas en la vida de los pacientes además de abordar los factores técnicos de la experiencia psiquedélica, la naturaleza de la droga, el espectro de experiencias que se puedan desencadenar y “se presta especial atención a la importancia de la entrega total al efecto de la droga y el rendirse psicológicamente a la experiencia” (Grof, 2005, p. 40).
PSILOCIBINA Y TDM
El uso de algunas sustancias psicoactivas que podrían representar potencial terapéutico en el contexto de los trastornos del estado de ánimo. Una de tales sustancias es la Psilocibina. Actualmente se ha incrementado el interés por investigar los efectos y potencialidades de este metabolito en ambientes controlados y ya se han observado resultados alentadores por lo que se han visibilizado como una opción natural para tratar el TDM.
Son cada vez más los reportes clínicos que demuestran sus efectos favorables, aún en pacientes con depresión resistente al tratamiento. Entre dichas sustancias se encuentran la ketamina, el LSD, el cannabis, entre otras. Destaca, además, la psilocibina dado que no representa riesgo de adicción y genera efectos duraderos en pacientes que han tenido múltiples terapias con poca o ninguna mejoría (Vargas-Lizarazo, 2017). Cada sustancia provee un efecto diferente a nivel neuronal y su interacción hormonal dentro del organismo, por lo cual es fundamental entender las rutas que comprenden esta condición psiquiátrica.
A veces la integración de la experiencia puede requerir días o semanas. Cabe destacar que los sueños pueden ayudar a llevar a cabo este proceso. Se ha observado que “tras una sesión bien integrada, las noches tienden a transcurrir sin sueños y el sueño es muy profundo y reparador. A la inversa, una sesión en la que el sujeto no alcanzó un cierre emocional y psicosomático suele ir seguida de sueños extraordinariamente ricos e intensos. A menudo, un sueño impactante puede facilitar la integración final del material que la droga había activado y que permanecía sin resolver” (Grof, 2005, p.171).
En este sentido, los tratamientos psicoterapéuticos llevados a cabo con las sustancias que son de interés para esta investigación pueden permitir un aumento de la calidad de vida al reducir la necesidad diaria de consumir algún ansiolítico u otra droga de prescripción. Al mismo tiempo pueden ofrecer mejoras en otros aspectos que no ocurren con los tratamientos tradicionales de la psiquiatría, como la reducción del miedo ante la muerte inminente y el aumento de la calma y del alivio cuando se está en una etapa avanzada de alguna enfermedad terminal (Gasser,2007).
MDMA Y Trastorno de Estrés Post Traumático (TEPT)
Así lo demuestran diferentes pruebas llevadas a cabo con sujetos no humanos, los cuales fueron expuestos a un periodo de estrés crónico moderado y recibieron inyecciones de fluoxetina o de MDMA durante un tiempo relativamente corto para su efecto, siete días, al octavo fueron probadas. La fluoxetina no tuvo efectos aparentes, mientras que se observó un aumento de los niveles de 5-HT(Demostrado su papel fundamental en sentimientos positivos) en los sujetos que se administró MDMA, dando lugar a un efecto ansiolítico (Laura et.al 2013; Tancer et.al 2007). Ello podría demostrar un beneficio del MDMA como inicio rápido a la terapia.
Se enfatiza que los procesos psicoterapéuticos asistidos con LSD, psilocibina y MDMA deben operar con un setting que permita trabajar con dichas sustancias, lo que marca algunas diferencias respecto de las psicoterapias clásicas. Puesto que se administran en contadas ocasiones dentro del proceso y ya que la duración de sus efectos ronda entre las 6 y 10 horas, se debe contar con un espacio terapéutico que respete estos márgenes de tiempo al momento de administrarlas. Esto significa que deben existir sesiones de aparición esporádica que contenga la duración de los efectos psicoactivos, extensión de tiempo que en sí misma ya conlleva una intensificación de la relación entre terapeuta y paciente, lo que se aprecia claramente cuando se administra un placebo. En este sentido, señalan que la intensificación de la relación entre uno y otro no se debe exclusivamente a los efectos de la sustancia, sino que también al setting que se propicia para ello.
PSICOTERAPIA CON LSD
Más allá de los factores farmacológicos de la sustancia se encuentran otros factores técnicos, denominados extra farmacológicos, los cuales posibilitan en gran medida el despliegue de los efectos psicoterapéuticos de la LSD; dentro de estos aspectos técnicos a tener en cuenta, se encuentran los conocimientos teóricos y experienciales en relación a los efectos farmacológicos de la sustancia, la personalidad del consultante del clínico y, por último, el set y setting de la sesión.

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